“Hay personas que siempre se asustan y dicen: ¡Ay!, ¡no vuelvo más a esto!, pero ¡mentira!”, afirma Héctor Gervacio y lanza una carcajada. Sabe por qué lo dice. Se fue en yola hacia Puerto Rico en 1990, en un viaje ilegal de más de 70 pasajeros, y trató de hacerlo una segunda vez. Años más tarde, y en fechas distintas, zarparon tres de sus cinco hijos, dos en más de una ocasión. Su hermana también y su esposa lo intentó.
Gervacio tenía 25 años cuando salió desde Sabana de la Mar hacia una playa de Aguada, en el oeste de Puerto Rico, buscando una mejor calidad de vida. Deambuló dos días por los montes hasta que entendió que quienes debían rescatarlo no irían a su encuentro. Vio a oficiales policiales y solicitó ser devuelto a la República Dominicana.
A pesar de su mala experiencia, se apuntó en otro viaje para volver a navegar en una embarcación ligera las 80 millas náuticas que separan ambos territorios (aproximadamente la distancia entre Santo Domingo y Moca). Le esperaba una travesía por el Canal de La Mona, de horas frías, fuerte oleaje, alimentos contados (pan, queso, salami...) y con posibilidad de ser detectado por los guardacostas.
“Iba para mi casa (deportado), pero tranquilo, a volverme a ir; volví en enero de 2015, nos fuimos 10”.
“La veía muy llena (la yola) y dijeron: ¡Apéense 15!; y yo dije: ¡No, 14!, ¡porque me voy a quedar aquí! Después más nunca he vuelto”, recuerda.
Gervacio intentó estudiar matemáticas a nivel superior, pero a sus 52 años es conserje en una oficina pública. Hace menos de un mes que recibió a uno de sus hijos en su pequeña casa de ventanas de madera y techo de zinc. Al joven lo deportaron por irse por cuarta vez en yola hacia Puerto Rico.
Eran las 11:00 de la mañana y el hijo de Gervacio, de 23 años y padre de un niño de tres, se acababa de levantar. Cuenta a Diario Libre que dejó la escuela en octavo grado y tenía 17 la primera vez que se fue. Zarpó a las 10:00 de la noche desde la playa Acapulco de Sabana de la Mar para llegar a Rincón, en el oeste de Puerto Rico.
“La vida allá en Puerto Rico es más fácil, el dinero rinde más, te ganas en una semana lo que te ganas aquí en un mes (...) Aquí la ley no sirve, te agarran y te ponen droga. Los mismos presidentes y los mismos jefes son los primeros ladrones. La gente se va por necesidad”, asegura.
En Borinquen era albañil y ganaba US$500 (unos RD$23,800) a la semana. A los 11 meses lo deportaron. “Iba para mi casa, pero tranquilo, a volverme a ir; volví en enero de 2015, nos fuimos 10”. A los siete meses lo detuvieron tratando de volar hacia los Estados Unidos con un pasaporte falso y deportaron. Ese 2015 tomó otra yola, lo deportaron, y volvió a zarpar en 2016 para correr con la misma suerte.
¿Piensas volver a irte? “Quizás no”, responde. Él no considera negativo ser un deportado. “La ficha dice deportación, no delincuente”, afirma.
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